La caridad reflejada desde el carisma y acción de San Juan Bosco
Empresa
de Dios para salvar a los jóvenes:
Nos
presentamos ante la realidad de la Iglesia que busca y se esfuerza por
responder a las realidades de los jóvenes, ante una cultura de descarte, de
violencia, marginación, invasión de las redes, y la no comprensión de su etapa
y de su identidad existencial. Esto podríamos decir ante una postura de
confrontación y desanimo, pero ¿la realidad es esta? Hoy la Iglesia como lo ha
hecho siempre se preocupa por la juventud, ya que son el futuro de la sociedad,
tanto profesionalmente como cristianamente.
En los jóvenes podemos ver los rostros de los que serán los próximos doctores, enfermeras, arquitectos, dentistas, etc. Pero también los próximos padres de familia, los próximos formadores civiles y los próximos cristianos que enfrentaran sus realidades con optimismo, preparación y fortalecidos por los valores propios del cristianismo, que son la base fundamental para un buen desarrollo en la sociedad, la familia, la política, la cultura, la economía, etc. Ahora bien, tenemos jóvenes comprometidos, en ayudar en la sociedad, jóvenes que donan su vida al Evangelio, a Cristo, jóvenes que aun creen en el matrimonio, en defender la vida, en valorar a los abuelos o personas de sabiduría, y también jóvenes que están siempre unidos por medio de su fe con Dios. ¿La Iglesia cómo puede apoyar a la juventud?
“Quien
se siente amado, ama”
Desde la razón, Dios es providente:
Dios es quien nos ha dado la
capacidad de razonar, y de saber dar respuesta a las realidades actuales para
poder amar, quien se siente amado, ama, y ¿de qué manera compartirá este amor?
Nos toca por medio de la Iglesia tener el compromiso de formar a los jóvenes, un
buen ejemplo de cómo hacerlo nos lo muestra la figura de San Juan Bosco, quien
respondió con generosidad a la realidad de la juventud en su tiempo, preparándolos,
brindándoles apoyo y acompañándolos en la formación de su persona, su razón y
su compromiso civil ético y moral ante los retos que se presentaban. Para poder
trasmitir este carisma de Don Bosco, el cuidado de los jóvenes, desde la
formación y el conocimiento de lo que ellos pueden dar y amar, buscando primordialmente
que la juventud tenga una experiencia con Dios, haciéndoles ver que Él los amó
primero[1].
Desde la religión, Dios
presente:
La encíclica “Deus caritas est”,
proyecta como en la misma sociedad han “surgido numerosas formas nuevas de
colaboración entre entidades estatales y eclesiales, que se han demostrado
fructíferas”. Tal es el caso de “las entidades eclesiales, con la transparencia
en su gestión y la fidelidad al deber de testimoniar el amor, pueden animar cristianamente
también a las instituciones civiles, favoreciendo una coordinación mutua que
seguramente ayudará a la eficacia del servicio caritativo”. En la juventud
encontramos precisamente la fuerza necesaria para impulsar la caridad, hacia
los pobres y marginados de la sociedad.
También afirma el mismo documento
que se “han formado en este contexto múltiples organizaciones con objetivos
caritativos o filantrópicos, que se esfuerzan por lograr soluciones
satisfactorias desde el punto de vista humanitario a los problemas sociales y
políticos existentes. Un fenómeno importante de nuestro tiempo es el nacimiento
y difusión de muchas formas de voluntariado que se hacen cargo de múltiples
servicios”, lo que quiere decir que la misma sociedad reconoce la carencia en
algunas de las realidades en las que vive y se desarrolla la humanidad. Precisamente
lo que nos debe de mover es la caridad, para salir de la comodidad a brindar el
apoyo a quien lo necesita.
Desde el amor, un Dios que salva:
La caridad que Dios nos muestra nos
enseña que siendo creados a imagen y semejanza estamos llamados a ser amor como
lo es Dios mismo, el servicio a los más necesitados es una escuela de la vida
para la sociedad, de ahí los jóvenes se pueden ir educando en la solidaridad “y
a estar disponibles para dar no sólo algo, sino a sí mismos. De este modo,
frente a la anticultura de la muerte, que se manifiesta por ejemplo en la
droga, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo, sino que,
precisamente en la disponibilidad a « perderse a sí mismo » (cf. Lc 17, 33 y
par.) en favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida”[2].
La caridad es una virtud teologal que hace palpable la fe que depositamos en Dios, y en esta creencia estamos invitados a imitar a Aquel que nos ha creado, a vivir el amor, porque no se puede decir que se ama a Dios que no se ve, cuando odiamos al hermano que está aun lado. Es pues necesario imitar el amor Trinitario en la sociedad que estamos injertos, solo el amor (caridad) salvará el mundo, y la caridad no es solo para los amigos, sino que trasciende toda frontera.
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