Acoger al migrante es acoger a Cristo

       


     Las realidades a las que nos enfrentamos el día de hoy como Iglesia son diversas, en ellas las acciones y las respuestas de la Iglesia deben estar cargadas de responsabilidad pero sobre todo de generosidad y caridad. El día a día en muchos países a raíz de las pocas posibilidades de desarrollo, las personas han sido obligadas a migrar algunas por necesidad, o en su defecto también violentado a hacerlo, ante esta realidad viene una pregunta que debe cuestionarnos como cristianos.

    ¿De qué manera debe responder un cristiano ante esta realidad? Ante la reflexión y exhortación del Papa Francisco que ha animado a la Iglesia a acoger, proteger, promover e integrar a las personas que han sido obligadas a huir de su hogar o de su país a otros lugares, ha conmovido el corazón para hacer tales acciones que nos lleven a centrar la mirada en aquellos que necesitan de alguien que le tienda la mano, no en sentido de lastima, sino reconociendo su dignidad como ser humano. Todo cristiano puede ver en aquel necesitado el rostro de Cristo sufriente, que pide amor de parte de sus hermanos ante la fragilidad. Estamos llamados como lo afirma el Papa Francisco en primer lugar a:

            Acoger: es donarse, realizar las obras de caridad, cuidar, ayudar, y sobre todo resaltar la dignidad de la persona sin importar color, raza, o religión, tener estos gestos de amor, es llevar a Cristo a quien no lo conoce, es actuar en nombre de Cristo ante el que lo necesita.

            Proteger: es favorecer la realidad del necesitado, haciéndole ver que existe un hermano que está ahí para tenderle la mano, en este caso concreto nos debe llevar a cuidar de las personas que migran.

            Promover: es hacer que se produzca un hecho como respuesta de acción activa, por medio de nuestra capacidad de amar y sensibilizarnos ante la realidad de quien migra, y fomentar el desarrollo de una conciencia despierta ante las necesidades de los migrantes afectados, ser como el Buen samaritano con los demás.

            Integrar: ser parte de esta acción y rección ante la necesidad de nuestros hermanos migrantes, es ser parte de una Iglesia que es Madre, y que es capaz de cobijar a sus hijos que han sido heridos y que en gran medida se preocupa en dar una acogida amorosa a quien sufre la emigración. De esa manera al acoger al migrante es acoger a Cristo.

            Desde nuestro bautismo los cristianos formamos parte de la Iglesia que es Madre, y como tal, una madre siempre se preocupa por sus hijos de manera especial los que sufren, los que pasan necesidad, los que se ven excluidos, hoy día hay hermanos nuestros que viéndose necesitados han tenido que dejar sus raíces para buscar un mejor bienestar. Los migrantes necesitan que su prójimo les tienda la mano, y el mismo Jesús nos invitó a acoger al extranjero, sabiendo que “cada vez que lo hicieron con él más pequeño de los hermanos, lo hicieron con Cristo” (Mt 25, 40).

            El Papa Benedicto XVI, el su encíclica “Deus caritas est”, invita a todo fiel cristiano a amar a Cristo en el prójimo. En el número 15 manifiesta que el amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: ya que en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios que es Amor.

           

 

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